3.1. Actualidad de la arquitectura verata

Gracias a los planes de protección y a la voluntad de los vecinos y constructores sensibles al patrimonio, se conservan numeroso ejemplares históricos y buena parte de los trazados originales de los pueblos de la Vera que están declarados como conjuntos históricos. 

“Los pueblos de La Vera, y especialmente el nuestro, Garganta La Olla, conservan muchas casas antiguas, para el deleite de las habitantes y visitantes. Un homenaje se merecen los antiguos, que nos regalaron su esfuerzo (bien invertido estuvo, visto los muchos años que duran sus construcciones). (…)v

ver artículo completo: 2022. ¿REHABILITAR O DEMOLERr?. Mónica Bujalance. Revista El Pregón de Garganta, nº8

Sin embargo, no se conservan las técnicas ni los sistemas constructivos la hora de abordar las rehabilitaciones. Las casas tradicionales rehabilitadas, suelen mantener los muros de mampostería y parte de la estructura original de madera, incluso algún entramado de madera y adobe. Pero la reconstrucción se realiza con materiales, técnicas y sistemas contemporáneos basados en materiales importados de la industria internacional. En la actualidad, no existe ningún edificio rehabilitado íntegramente con materiales del entorno, ni siquiera en obras públicas. Lo que vemos en las fachadas, es materia del mercado industrial globalizado, es la misma aquí que en cualquier otra parte de España y del mundo.

Por otro lado, las casas antiguas que aún se conservan en pie están en grave deterioro, tras años de abandono, lo que dificulta aún más su reconstrucción, siendo la demolición la primera opción, por ruina técnica o ruina económica.

Esta situación no es exclusiva de La Vera, cuya arquitectura adolece de los mismos problemas que la arquitectura tradicional de cualquier otra parte del España (y del mundo), como son la globalización, la falta de sensibilización, la pérdida de oficios y el abandono se los núcleos urbanos, como indica el Plan Nacional de Arquitectura Popular en su apartado de riesgos y amenazas.

-La globalización. La introducción masiva de los nuevos materiales de construcción (cemento, acero, plásticos), desbancó a los materiales y técnicas históricos.

Aunque usados moderadamente, los materiales modernos se pueden considerar un invento valioso de nuestra sociedad industrializada, usados masivamente han producido una pérdida cultural sin precedentes, un empeoramiento de la calidad constructiva (en cuanto a su durabilidad o prestaciones bioclimáticas), además de una contaminación de consecuencias graves, y un cambio de modelo de trabajo (con la pérdida de oficios), entre otras consecuencias.

Entramado tradicional sellado con espuma de poliuretano

-La falta de sensibilización. Se desconoce el valor de la arquitectura tradicional, necesario para actuar desde la admiración y la conservación.

La creencia de que el cemento es mejor que la tierra (aquí, y en todas partes del mundo), es algo tan arraigado en la población, que es necesario emprender acciones de demostración de la calidad de los distintos materiales y técnicas para equilibrar la balanza, y facilitar a las personas un cambio de mirada. Cambiar valores de una persona, es entrar en lo íntimo y delicado. Nuestro carácter influye en este paso. Estamos ante el reto de escuchar las ideas de la población, de comprender los motivos de su rechazo a la rehabilitación, de analizar de manera holística sus necesidades. Desde este conocimiento (empático), proponer alternativas a su alcance.

UN vecino con un ramo de henillo

-La desaparición de los oficios. Las técnicas y sistemas constructivos históricos se mantenían vivos a través de los profesionales que usaban materiales históricos. La falta de demanda de este tipo de construcción ha hecho que los oficios y su sabiduría se pierdan.

-Abandono de los núcleos urbanos. Las casas antiguas son incapaces de albergar nuevos usos y comodidades. Su rehabilitación supone más complejidad que construir una nueva, por lo que muchas casas antiguas se quedan vacías. Sin uso, las casas se deterioran velozmente y los cascos históricos van perdiendo población y ambiente.

2014. Plan Nacional de Arquitectura Popular. Pag6

relato. EL CASO DE LA CASA DE ANTONIO (nombre ficticio)

El recuerdo les emociona. En cada anécdota se palpa la admiración a sus antepasados y sus costumbres, a las casas que construyeron. Pero tras esa emoción, se da paso a una especie de realismo inevitable: “esto ya no vale para nada”.
«Si tuviera dinero esta casa ya estaba abajo y había construido una en condiciones» (de cemento y plástico). Eso me contaba Antonio ayer, después de casi llorar de emoción mostrándose la hermosura de su casa (la de su madre, él vive al lado, en la casa nueva). La vieja es una casa especial, como lo son todas las que aún quedan en pie. Casas únicas que no dejan indiferente. Antonio está cerca de los 90, aunque sigue como un chaval gestionando sus tierras, enamorado de su profesión y de su pueblo (es agricultor, convencido, que bien pudo irse y no quiso, con orgullo me lo contó un día que nos cruzamos en el camino de la sierra. Antonio bajó del coche, hazada en mano, a arreglar una escorrentía del camino: “yo siempre llevo una hazada en el coche. Hay bajarse y arreglar las cosas al momento. entre todos, se cuida mejor de todo (…) Ya se lo decía a los amigos que se iban a la ciudad: esta vida es especial, yo no quiero ser abogado, yo pegado a la tierra soy más feliz y más libre”. Y así, enraizado, insiste que su casa ya no vale, y que si tuviera perras, ya estaba abajo.

Antonio, ¿la casa está bien por dentro? «La madera, toda buena, yo no he dejado nunca una gotera». Eso pensaba, viendo la fachada de entramado tan hermosa y bien cuidada, y esa piedra que no tiene un bulto. Siempre la miro y me enamora,  cuando bajo de camino a la garganta. “Pues entonces, Antonio, ¿por qué tirarla?”, le pregunté, aunque ya sabía la respuesta. «Es que ahí no se puede vivir».  Yo le dije que lo que pusiera nuevo no sería ni la mitad de bueno que esa madera y ese barro. Antonio se queda callado y asiente. Pero no visualiza, parece más bien resignado. «Eso que tú dices costará muchas perras«


Yo vengo un día y si quiere, le arreglo un metro cuadrado y ve cómo queda de bien su casa arreglada. Abrió los ojos el hombre. Ese hombrecino pegado a la tierra y al cielo, hombre de campo y de sentido común, me miró intentando creerme. ¿es que digo algo imposible? Barro, cal, incluso yeso, se deja bien acabadito por dentro, a su gusto y el de su señora. Más barato le saldría. Una nueva nunca le saldrá tan bonita, ni tan buena. No se engañe vecino, su casa es una joya. Se rió Antonio y me siguió mirando un rato, aún queriendo creerme.


¿Aún tiene cocina? A ver si un día me la enseña. «¿cocina? ¡y sequero! esta otoñá te invito y hacemos una lumbre, aunque sea unas castañas nos hacemos». Uy Antonio, ahí sí que me pillado, así quedamos entonces, me invita a unos calvotes en su cocina y yo le arreglo un cacho de casa. A partir de ahí hablamos.
Se le llenó el pecho de orgullo y la mirada de alegría. Amor y alegría por una casa, que si pudiera, tiraría

. 2022. RELATOS DE MI PUEBLO. Garganta La Olla. Mónica Bujalance, arquitecta de pueblo.

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